
22:25 h. Volvemos al campamento base. Nos montamos en el coche y nos vamos al pueblo en busca de un sitio para cenar. Mientras salimos, evito mirar los muros fríos de un edificio que una vez sirvió de cobijo al ejército nazi. Stop. 22:35 h. Llegamos a Binz. Para hacerse una idea más concreta: el pueblo de los malditos. Tal cual. Stop.
22:40 h. Caminamos en dirección a la calle principal. Los edificios, blancos impolutos, parecen haberse quedado en los años 40. Apenas se oyen ruidos. Stop. 22:45 h. Muertos de hambre, y con un escalofrío continuo nos sentamos en un restaurante italiano. Pedimos pizza de verduras mientras los comensales de otras mesas, turistas de medio pelo que beben enormes cócteles de colores con extravagantes adornos frutales, nos observan curiosos. Stop. 23:00 h. La camarera polaca nos trae la cena. Cuál es mi sorpresa cuando compruebo que el ingrediente principal es la guindilla. Stop. 23:30 h. Volvemos al camping con la única pretensión de meternos en el saco para que se haga lo más pronto de día. Stop.
22:40 h. Cruzamos la entrada. Nos percatamos, atónitos, de que unas luces intermitentes nos alumbran. Es el vigilante del recinto. Stop. 22:45 h. Con voz rasgada y casi gritando nos advierte de que está prohibido aparcar en el césped. ¿Qué césped? Me pregunto yo, si sólo hay hierbajos secos cubriendo el suelo. Stop. 22:50 h. Con el coche bien estacionado, abrimos la tienda con ansia. Una vez dentro, nos sentimos a salvo. Stop.
5:21 h. Me desvelo. Con este sol es imposible conciliar el sueño... aunque el tritoncillo duerme como un niño. Stop. 8:05 h. Después de casi tres horas de sueños interrumpidos me levanto. Stop. 8:37 h. Están limpiando el baño. Primer problema del día. Stop. 8:45 h. El tritón, recién levantado, tiene la solución. Stop. 9:00 h. Hora de desayunar. Stop. 9:25 h. Ahora lo veo todo de otro color. Luce el sol y huele a mar. Me pongo el bikini y nos vamos a la playa. Stop.
10:00 h. Ponemos nuestra particular sombrilla de cuadros escoceses, extendemos las toallas, nos damos cremita y nos tumbamos en la arena. Stop. 10:15 h. Me incorporo instintivamente. Giro la cabeza hacia un lado, hacia el otro. Es una playa nudista, pero muy nudista. Stop. 10:20. Respiro hondo y me vuelvo a tumbar. A estas alturas de la película esto es lo último que me haría temblar en la Isla de Rügen. Punto final.