De mayor quiero jugar en una caja de arena. No me importa el tamaño ni la apariencia exterior. Sólo que sea de madera y tenga kilos y kilos de arena. El cubo, la pala y el rastrillo es cosa mía.
Berlín está llena de parques con columpios, toboganes y mil cacharros más para los peques de la casa. Lo que no falta en ningún sitio es la caja de arena. Después de estar un mes allí, me entró la nostalgia de no haber jugado nunca en una de ellas.